miércoles, 16 de julio de 2014

Razones para un regreso

Decir que el pequeño número de personas de mi entorno que tenían noticias del blog, pese a que les gustara su temática, seguramente ya ni recuerdan su existencia y que por lo tanto puedo continuar con ello sin que me moleste que nadie me identifique con lo que aquí voy ir publicando... decir eso es fácil.

Contar que sucedió con la mujer cuyo rostro contemple más detres segundos... ya no lo es.

Me resulta extraordinariamente difícil.

Resumiré diciendo que simplemente la distancia hizo su efecto. No una distancia que podamos medir en kilómetros, si no esa otra que nace de todos y cada uno de los mensajes que le envié y jamás contexto, ya que solo uno de cada tres, o más o menos, obtuvo respuesta y eso pese a que podían pasar días entre uno y otro. Por muy presente que este para ella cuando estoy a su lado se ve que paso a un segundo plano cuando no es así. Me afecta sobre todo que no se percate del efecto que eso tiene en mi, que no lo entienda y me reproche cuando volvemos a vernos estar “desencantado”.

A eso se suma que ahora que la conozco un poco mejor, sigo opinando lo mismo que antes de ella, pero no puedo evitar la sensación de que en realidad ella y yo nos movemos en diferentes “ondas”. No formo parte de su mundo ni ella del mio.

Me maravilla, al igual que le maravilla a ella, su capacidad para “darse por entero” a cualquiera con quien en un momento dado este, bien sea un mendigo que se le acaba de acercar a pedir una moneda, alguien que le acaban de presentar, la camarera del bar cuando solo hay un par de clientes o el “baboso” que según ella se le acerca sin más intención que según ella “meterse entre mis bragas” y que tras veinte minutos de intentar impresionarla, sale sin conseguir nada pero encantado por como ella lo ha tratado y tras lo cual a ella como único comentario de todo el asunto solo dice una palabra, “¡pobre!”, y es que mientras a mi el hombre en cuestión me parece patético, no por lo que intenta si no por el modo en que lo intenta, y hasta me da grima, a ella, en cambio, lo que él le produce es pena por su incapacidad de intentar llevarsela a la cama sin dar un ejemplo de lo que no se debe hacer en tales ocasiones...

Pero...

Aunque yo no soy una excepción. Se desborda cuando esta conmigo. Que me entregue su tiempo, que se beba mis palabras, que su mirada me escrute en busca de mi alma, que sea solo oídos...

Es algo que hace con cualquiera. Dice por lo tanto mucho de ella pero nada sobre nosotros lo que ocurre en las distancias cortas.

No entiende que en eso no me parezca a ella. Tampoco el sentimiento de “gravedad” con el que vivo la vida.

Lo que sucede en las distancias largas, que me vea como borde cuando rechazo a quien sin necesidad, objetiva, hace daño a otros, que la vida sea para ella una aventura y para mi un medio...

Hace que el “encantamiento” se haya roto. Que pueda volver a escribir el blog, que de nuevo sea capaz de pensar y recrear mi ideal de mujer sin que me aparezca la voz de ella, el olor de ella, la mirada de ella, su calor... distrayendome y sustituyendo la imagen de un ideal por la imagen de ella.



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