Decir que el pequeño número de personas de mi entorno que tenían
noticias del blog, pese a que les gustara su temática, seguramente
ya ni recuerdan su existencia y que por lo tanto puedo continuar con
ello sin que me moleste que nadie me identifique con lo que aquí voy
ir publicando... decir eso es fácil.
Contar que sucedió con la mujer cuyo rostro contemple más detres segundos... ya no lo es.
Me resulta extraordinariamente difícil.
Resumiré diciendo que simplemente la distancia hizo su efecto. No
una distancia que podamos medir en kilómetros, si no esa otra que
nace de todos y cada uno de los mensajes que le envié y jamás
contexto, ya que solo uno de cada tres, o más o menos, obtuvo
respuesta y eso pese a que podían pasar días entre uno y otro. Por
muy presente que este para ella cuando estoy a su lado se ve que paso
a un segundo plano cuando no es así. Me afecta sobre todo que no se
percate del efecto que eso tiene en mi, que no lo entienda y me
reproche cuando volvemos a vernos estar “desencantado”.
A eso se suma que ahora que la conozco un poco mejor, sigo
opinando lo mismo que antes de ella, pero no puedo evitar la
sensación de que en realidad ella y yo nos movemos en diferentes
“ondas”. No formo parte de su mundo ni ella del mio.
Me maravilla, al igual que le maravilla a ella, su capacidad para
“darse por entero” a cualquiera con quien en un momento dado
este, bien sea un mendigo que se le acaba de acercar a pedir una
moneda, alguien que le acaban de presentar, la camarera del bar
cuando solo hay un par de clientes o el “baboso” que según ella
se le acerca sin más intención que según ella “meterse entre mis
bragas” y que tras veinte minutos de intentar impresionarla, sale
sin conseguir nada pero encantado por como ella lo ha tratado y tras
lo cual a ella como único comentario de todo el asunto solo dice una
palabra, “¡pobre!”, y es que mientras a mi el hombre en
cuestión me parece patético, no por lo que intenta si no por el
modo en que lo intenta, y hasta me da grima, a ella, en cambio, lo
que él le produce es pena por su incapacidad de intentar llevarsela
a la cama sin dar un ejemplo de lo que no se debe hacer en tales
ocasiones...
Pero...
Aunque yo no soy una excepción. Se desborda cuando esta conmigo.
Que me entregue su tiempo, que se beba mis palabras, que su mirada me
escrute en busca de mi alma, que sea solo oídos...
Es algo que hace con cualquiera. Dice por lo tanto mucho de ella
pero nada sobre nosotros lo que ocurre en las distancias cortas.
No entiende que en eso no me parezca a ella. Tampoco el
sentimiento de “gravedad” con el que vivo la vida.
Lo que sucede en las distancias largas, que me vea como borde
cuando rechazo a quien sin necesidad, objetiva, hace daño a otros,
que la vida sea para ella una aventura y para mi un medio...
Hace que el “encantamiento” se haya roto. Que pueda volver a
escribir el blog, que de nuevo sea capaz de pensar y recrear mi ideal
de mujer sin que me aparezca la voz de ella, el olor de ella, la
mirada de ella, su calor... distrayendome y sustituyendo la imagen de
un ideal por la imagen de ella.
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